Relato colectivo del alumnado de 4º B
Somos exploradores de la isla encantada, hasta ahora desconocida…
Lo primero que vimos al desembarcar en la isla encantada fue su arena, con muchas piedras de colorines, y palmeras rojas con hojas azules y cocos amarillos.
Había una palmera que hablaba, otra que saltaba a la comba y otra que bailaba. La que hablaba nos contó un chiste de Jaimito, que a la mayoría le hizo gracia y a Yeissel no.
Seguimos caminando y vimos a un animal: una araña gigante de todos colores (tenía una parte rosa, otra negra, otra roja, y así) y cuatro ojos, que estaba comiendo insectos. Pasamos a su lado rápidamente.
Nos encontramos entonces con un elefante pequeñísimo: tanto, que para verlo tuvimos que sacar de nuestras mochilas un microscopio.
En esta isla no llueve agua, como en todas partes, sino peces: una lluvia de peces de muchas formas —redondos, cuadrados, con forma de corazón—. Algunos de los peces son transparentes y se puede ver a través de la piel lo que tienen dentro del cuerpo. Algunos peces huelen a madera y otros a champú.
Continuamos nuestro camino y nos topamos con un volcán, que en vez de lava echa espaguetis y tomate. Al pasar por ahí nos manchamos de tomate, y nos dimos cuenta de que teníamos hambre. Entonces, recogimos los espaguetis con la salsa en una cacerola, le agregamos chorizo que sacamos de nuestras mochilas y comimos.
De pronto descubrimos un cofre cerrado con un tesoro. Nos dimos cuenta de que la llave del cofre estaría en lo alto de una palmera, y algunos propusieron anudar los espaguetis para trepar por el tronco y cogerla. Luego vimos que, al lado del tesoro, había una escalera hecha de caramelos medio enterrada, y pensamos en usarla para conseguir la llave.
Pero finalmente oímos una voz: era un gato que, sentado, estudiaba un libro de 4º curso del colegio Príncipe de Asturias, y que nos dijo:
—Yo os entrego la llave si vosotros me sacáis de esta isla y me lleváis con vosotros a La Calzada.
Nos contó también que él no quería quedarse con el tesoro porque no le interesaba: prefería estudiar; además, como en la isla todo era gratis, no le hacía falta.
Aceptamos, el gato nos dio la llave y abrimos el cofre. Dentro había muchas cosas:
- oro, chocolate, chucherías y dinero
- una lámpara con un genio que concedía cualquier deseo
- el billete ganador de la lotería
- una canica con un poder especial: toca a la gente y la hace feliz
- un maquillaje que cambia de color según el humor de quien se lo ponga
- un diccionario para aprender el idioma de los dinosaurios, y también un dinosaurio
- un papel que hace realidad lo que pienses
- unas gafas para ver vidas que no existen y cosas imposibles
- una escoba voladora
- y una máquina para saber lo que piensan los demás
Cerramos el cofre y al seguir caminando nos topamos con una planta carnívora, alta como un rascacielos y con catorce cabezas. Nos asustamos mucho, pero tuvimos suerte: a la planta sólo le gustaba la carne empanada…
De todos modos, nos escapamos corriendo al barco y, por supuesto, nos llevamos al gato estudioso con nosotros.