jueves, 24 de abril de 2008

PREGUNTÓ MI HERMANO

Inés Telenti de 5ºB hizo esta poesía para el día de la paz.


Mi hermano preguntó:
- ¿Cómo se hace la paz?
Esto me asustó.
Me puse a pensar
y esto le comencé a contar:

No insultes,
no te insultarán;
No pegues,
no te pegarán;
Si ayudas,
te ayudarán.

Pienso que todos
somos iguales
aunque tengamos
distinto color.

- No sigas contando;
¡ya me he enterado!.
La paz la podremos tener
si todos nos llevamos bien.

miércoles, 16 de abril de 2008

RECETA PARA CONSEGUIR LA PAZ

Escrita por el chef Alba Miguel 5º B

Un puñado de buenas intenciones (para solucionar los conflictos),

Una ración de educación (para explicar por qué es mala la guerra),

Una taza de respeto (para entender a los demás)

Y, por último, una pizca de menos hablar y más actuar (para terminar para siempre con las guerras).

Si no se encontrara alguno de los anteriores ingredientes, sustitúyase por amor y cariño.

miércoles, 9 de abril de 2008

COSAS DE NATURALEZA

Relato de Celia Puerta:

Había una vez un gusano llamado Gus que soñaba con poder volar como un pájaro. Su mamá le decía:

— Ten paciencia y pronto volarás como yo y papá.

Pero Gus no tenía paciencia.

Un día Gus se subió a un árbol y se colgó de una rama, porque estaba aburrido, y de repente, de un segundo a otro, empezó a meterse en una bolsa sin que él lo quisiera. Empezó a gritar:

— ¡Mamá, mamá, socorroooooo!

Pero nadie le escuchó.

Su familia le buscó día y noche, pero ni rastro de Gus. Unos días más tarde, Gus salió de la bolsa y vio cómo en todos los jardines de la ciudad tenían su foto en carteles en donde también ponía «SE BUSCA».

Se asustó y decidió salir, pero su sorpresa fue cuando vio… ¡que tenía alas!

Bajó caminando del árbol, no se le fueran a estropear.

Cuando llegó a casa dijo:

— ¡Mamá, mamá, tengo alas!

Y su madre orgullosa le miró y dijo:

— Creía que habías desaparecido.

Tardó muchos días hasta que aprendió a volar.

Se había convertido en mariposa y, lo más importante, había cumplido su sueño.

EL BARCO PIRATA

Por Andrea Pérez González

Hace muchos años había un niño llamado Jhon, que, cuando leía un libro en la biblioteca, se adentraba en el cuento.

Un día fue a la biblioteca y, como era habitual, leyó un libro. El libro se titulaba «El barco pirata». Él entró en el cuento siendo un niño llamado Wolfi, al que le gustaba navegar con piratas, en busca de islas nuevas y tesoros.

Se enteró de que había un barco pirata que iba en busca de un tesoro. Él fue al barco y les dijo si podría entrar como cocinero y timonel.

Los piratas le dijeron que podía ser las dos cosas: cuando necesitasen timonel, sería timonel, y cuando el cocinero necesitase ayuda, él le ayudaría.

— ¿Y yo podré desenterrar el tesoro? —preguntó Wolfi.

— Sí, claro —le contestaron los piratas.

Wolfi entró en el barco con alegría.

Pasaron días, y días, y días, hasta que los vigías dijeron: «¡Tierra a la vista!»

Cuando vieron la isla cogieron el mapa y se pusieron manos a la obra. Pero cuando estaban ya a punto de salir, se encontraron con unos piratas con el cañón del barco preparado.

El pequeño Wolfi empezaba a tender miedo, y le dio un abrazo al capitán del barco. El capitán le dijo que no se preocupara, que si no quería luchar, no lucharía. Pero él le dijo al capitán que iba a luchar, porque no les iba a fallar.

Al principio lucharon capitán contra capitán.

Wolfi y todos estaban muy atentos del capitán, para poder ir a la ayuda si lo necesitara. La lucha estaba muy reñida; los dos eran luchadores de primera.

Llegó un momento en que los dos capitanes estaban casi sin fuerzas.

Entonces Wolfi se dio cuenta de que el capitán ya no podía luchar y entró por él.

Wolfi dio una voltereta en el aire y acabó con la vida del capitán contrario, y así fue haciendo uno por uno. Al acabar le saltaban las lágrimas de satisfacción por ayudar al capitán, que tan bien se había portado con él.

Luego fue todo muy sencillo: desenterraron el tesoro que tanto les había costado conseguir.

Y justo en ese momento sonó la alarma del cierre de la biblioteca y Jhon volvió a ser el de siempre.

EL CASTOR IVÁN

Relato de Adrián Martínez Martínez.

Érase una vez un castor llamado Iván. Un día Iván se fue a trabajar en un colegio afilando lápices; se puso a afilar un lápiz y no se dio cuenta de que se le movía un diente. Lo mordió y el diente se le cayó al suelo.

Iván, muy triste, se fue corriendo a su casa y pensó: «Si no trabajo, no tendré dinero y, si no tengo dinero, no podré pagar la casa y, si no tengo casa, ¿qué será de mí?»

Al día siguiente se fue al parque y dijo:

— ¿Qué haré? Si me creciese el diente podría seguir trabajando.

Se fue del parque al doctor y le preguntó:

— ¿Me puede decir cuántos días le quedan a mi diente para crecer?

— Mucho, ya que al caerte se te ha ido algo de raíz. Lo siento.

— No pasa nada —dijo el castor desilusionado.

Al volver al parque por la noche se encontró con un señor que le preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

— Iván.

— Te veo algo desilusionado.

— Sí.

— ¿Por qué?

— Me he quedado sin trabajo porque se me ha caído el diente.

— ¿Por qué no pruebas con otro trabajo temporal?

— Buena idea.

Al cabo de una semana le volvió a crecer el diente.

Y colorín colorado este cuento se ha terminado.

LA BRUJA MARUJA

Por Carla Roza Machado.

Érase una vez una bruja llamada Maruja, que vivía en un pueblo llamado Villalegre. El pueblo se llamaba así por la alegría de los niños que habitaban en él.

El único problema era que la bruja Maruja no era bien recibida, porque la gente del pueblo te tenía miedo a las brujas.

Un buen día, un virus hizo que los niños del pueblo se quedaran mudos, y nadie, ni el médico, ni el alcalde, ni el mago, ni siquiera las tres hadas (Katia, Sheila y Carla) pudieron hacer nada por ellos.

El hada carla pensó en la bruja Maruja. Pero tenía que convencer a la gente de que la bruja era buena. Tan desesperados estaban que aceptaron la proposición del hada.

Corrieron a la casa de la bruja y le pidieron ayuda. Ésta era tan buena que enseguida se puso a hacer una poción. Con ella curó a todos los niños, y la gente del pueblo se dio cuenta del error que habían cometido con la maravillosa bruja.

A partir de ese día, Maruja la bruja fue la más querida del pueblo.

EL NIÑO PERDIDO

Por Lorena Trabadelo Rodríguez.

Había una vez un niño llamado Juan, que desde pequeño vivía en un circo llamado «Circo de los Sueños». Un día se fue a dormir y cuando se despertó ya el circo no estaba.

— ¡Oh, no! ¿Dónde se habría metido?

Y luego se fue al pueblo y ahí encuentra un niña, que le preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

— Yo me llamo Juan. Venía de un circo que se llamaba el Circo de los Sueños. ¿Y tú como te llamas?

— Sandra. ¿Y dónde está?

— No sé.

— Te ayudaré a buscarlo.

— Vale.

Y fueron por todo el pueblo pero no lo encontraron.

Al cabo de un tiempo, le encontró una familia. Era el zapatero. El zapatero era el padre de Sandra. Y Sandra tenía un hermano de la misma edad de Juan, 9 años.

Mientras hacían los zapatos cantaban canciones.

EL LORO CANTARÍN

Por Alba Fernández Iglesias.

Érase una vez una niña que quería un loro. Su madre un buen día salió a comprarle un loro en una tienda. Encontró ratas, hámsters, ratones, cotorras y loros. Había tres tipos de loros y la madre cogió el más grande. Compró una jaula con agua.

Cuando llegó a su casa lo puso al sol y se fue a recoger a su hija al colegio. Cuando llegaron, la hija se llevó una enorme sorpresa.

La hija comió, hizo los deberes y se fue a decírselo a sus amigos. Cuando llegaron sus amigos, dijo la niña:

— Le vamos a bautizar. Le llamaremos Clavel.

— No, no, le llamaremos Pichi.

— Sí, le llamaremos Pichi; me encanta ese nombre.

Al día siguiente se levantó la niña y oyó unos ruidos tan fuertes que casi le entran en los tímpanos.

Dice la niña:

— No sabía que pudiera chillar tanto.

Fue a la tienda y preguntó:

— Señor, ¿sabrá por qué mi loro Pichi chilla tanto?

El señor contesta:

— Es que los loros chillan mucho, pero hay una solución: enséñale a hablar. Toma este libro y sabrás cómo hacerlo.

La niña le contestó:

— Muchas gracias, señor, hasta otra.

Una semana después, el loro ya sabe hablar. La niña le dijo:

— Hola, Pichi, ¿cómo estás?

Pichi le dice:

— Bien, bien, ja, ja, ja.

Un día la mamá le dice a la niña:

— Hija, tráeme pan y un periódico.

La niña fue a la panadería y compró pan. Luego cogió el periódico y fue a casa.

Su madre le dijo:

— ¿Qué trae en la portada, hija?

La niña le dice:

— En la primera página trae que hay un concurso y será con loros.

La niña le dice que quiere ir. Al día siguiente le dice su madre que puede ir. La niña dice:

— Gracias, gracias.

Y se lo dice a Pichi:

— ¡Pichi, vas a cantar!

Pichi contesta:

— Eso está genial, eso está genial.

— ¿Tú qué quieres cantar, chocolate o rebelde?

Pichi le dice que quiere chocolate.

— Vale, Pichi, vas a tener chocolate, pero báilalo y cántalo.

La niña se despertó y llamó a su loro Pichi.

Pichi se levanta con salero.

— Tengo que hacerte el vídeo para el concurso y también tienes que cantar. Canta, Pichi, canta.

Pichi dice:

— Soy roquero ooo Soy roquero ooo.

La niña lo grabó y lo mandó al concurso.

Al día siguiente la niña fue a comprar el periódico y lo leyó. Cuando llegó a casa, la niña brincó un buen salto de alegría y fue a decirle a Pichi que había ganado, y Pichi dijo:

— Te lo dije, te lo dije, ganamos, ja ja jaaaa.

Y cantando así se hizo famoso.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

LOS GOGOS

Relato realizado por Adrián García Pacios.

Había tres niños; se llamaban Adrián, Clara y Sergio. Eran muy buenos amigos, pero una noche Adrián estaba en la cama durmiendo con su pijama de Fórmula 1 y se despertó por un ruido, que era un muñeco, y Adrián se cayó de la cama.

Ese muñeco se llamaba Aitor, y era un muñeco sin cara y que en la barriga tenía un sol. Le dijo:

— ¡Hola! Me llamo Aitor y soy un Gogo.

Al día siguiente, Adrián y Aitor se prepararon para ir al colegio y… por casualidad clara y Sergio también tenían gogos. El de Clara era azul y tenía un solo pelo; se llamaba Lila. El de Sergio era el gogo drácula, que era rojo, tenía una pajarita y también unos largos dientes y, como era de esperar, le llamó Termineitor. Los profesores quedaron asustados, precisamente May. Los gogos empezaron a cantar y Adrián, Clara y Sergio dijeron:

— ¡Qué monada de Gogos!

Después de comer, Aitor no estaba y Adrián salió corriendo a buscarle. Lo encontró y le llevó al laboratorio. Inmediatamente llamó a Sergio y a Clara y, después de un rato, Clara levantó la manta que cubría el esqueleto.

Más tarde Lila y Termineitor se despidieron y desaparecieron.

Adrian, Clara y Sergio se fueron y, de repente, una luz blanca les atrapó. Llegaron a tiempo de que los Gogos y los Humanos tuvieran contacto, pero no se acordaban de la asombrosa aventura. Los Gogos les vigilaban desde el mundo Gogo y fueron a hablar con el rey para que los dos mundos se volvieran a conectar:

— Vale, pero con una condición —dijo el rey.

— ¿Cuál? —preguntó impaciente Aitor.

— Traedme diez cajas de rosquillas.

Se las trajeron y bajo sus pies apareció un túnel. Al caer chocaron con las caras de Adrián, Clara y Sergio. Entonces los chicos empezaron a recordar y la Tierra y el mundo Gogo empezaron a conectarse.

EL NIÑO Y LA SOPA

Por Clara González Quintero

I. La sopa de letras

A un niño que se llamaba Javier no le gustaba la sopa de letras para comer.

Un día su madre se la puso y en vez de comerla estaba jugando con ella. Se divertía tanto, que cuanto más jugaba más se divertía, hasta que recordó que su madre le decía:

— Si te estás divirtiendo y crees que ha pasado poco tiempo es que ha pasado mucho tiempo.

Entonces, creyó que había pasado mucho, muchíiiiiiiiiiiiiísimo tiempo y comió tan de prisa que no le daba tiempo casi ni a respirar.

Desde entonces le gusta la sopa, y más la de letras.

Para cuando se aburriera, le compraron una sopa de letras de jugar. La madre de Javier no volvió a ver a javier aburrido o jugando con la comida.

II. Comunicarse con letras

Un día Javier se despertó muy callado y no decía nada. Cuando la madre lo vio le preguntó:

— ¿Qué te pasa, que estás tan callado?

Javier fue corriendo a por su sopa de letras de jugar y escribió la frase: «Me he quedado mudo».

La madre se rió y pensó «Menos mal que tiene una sopa de letras, mereció la pena que no le gustara la sopa de letras».

EL CARACOL QUE QUISO SER VELOZ

Por Nuria Gontán Méndez

Había una vez, en un bosque, un caracol llamado Fernando.

Fernando envidiaba la agilidad de los caballos y la velocidad del viento, pues él era torpe y lento.

Un día decidió pedirle ayuda al búho del bosque porque era muy sabio. El búho le dijo:

— Si quieres ser ágil y veloz, debes quitarte tu cáscara.

Fernando le hizo caso y se la quitó.

Ya no envidiaba la agilidad de los caballos ni la velocidad del viento, pero echaba de menos lo calentito que se estaba en su cáscara, y un día que llovía y se empezó a mojar, decidió volver a su cáscara y no volver a quitársela nunca más.

Colorín, colorado, este cuanto se ha acabado.

SEÑORBOMBILLA

Cuento de Silvia Iglesias Busto a partir de binomio fantástico nariz – bombilla.

«Érase una vez un señor que se llamaba Señorbombilla, porque tenía una bombilla en la nariz. Él trabajaba de muchos oficios. Cuando se iba la luz de un colegio o de una casa él siempre acudía para dar luz con su bombilla.

Un buen día Señorbombilla fue a trabajar, pero le ocurrió algo muy raro. No se le encendía la bombilla de la nariz y si no se le enciende la bombilla no puede trabajar y perderá dinero y no podrá pagar su casa. Y como no podía pagar su casa le echaron.

Señorbombilla estaba muy triste. No sabía qué hacer; empezó a llover y se puso debajo de un puente. Al día siguiente le encontró un señor que le dijo:

— ¿Qué te pasa?

Y Señorbombilla dijo:

— Me han quitado la casa y no sé adónde ir.

El señor que vio a Señorbombilla dijo:

— ¿Y por qué te han quitado tu casa?

— Porque yo trabajaba dando luz y la luz de mi bombilla se ha apagado y no se enciende.

El señor le dijo a Señorbombilla:

— Ven a mi casa e intentaremos quitarte la bombilla y ponerte otra.

Llegaron a la casa del señor y Señorbombilla dijo:

— ¿Cómo te llamas?

Y dijo el señor:

— Me llamo Ramón.

Y Ramón dijo:

— ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Señorbombilla.

Intentaron muchas cosas como romperla, pero no se rompía, y muchas más cosas. Ramón le dio una vuelta a la bombilla y se encendió.

Cuando vio Señorbombilla la bombilla encendida se echó a reír y le dijo a Ramón:

— Gracias por ayudarme, pero me tengo que ir a trabajar.

Marchó Señorbombilla corriendo a trabajar y fue consiguiendo dinero y compró su casa.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.»

LOS NIÑOS ESPÍAS

Cuento de Víctor Gómez:

Érase una vez dos niños que eran espías. Les mandaban a hacer trabajos para el gobierno mientras iban al colegio, pero a la hora del recreo los llamaban al teléfono secreto.

Ellos se marchaban con una excusa diciendo que les dolía la cabeza, se ponían el traje negro y se escapaban por el túnel secreto que estaba debajo de la cama.

Mientras su hermana Sara peleaba con el malo llamado Diego, Víctor cogió la receta y se escapó con la moto voladora, pero se dieron cuenta de que les perseguía Dani el Tuerto, que le disparaba con petardos de colores.

Pero al fin llegaron sanas a casa, cenaron y se marcharon para la cama. Y nadie se dio cuenta de nada hasta que salió en el periódico la hazaña que habían pasado, pero Sara y Víctor se reían porque nadie sabía que eran ellos los espías.

¿A QUIÉN SE LE PUEDE OCURRIR?

Poesía colectiva del alumnado de 4º A a partir del esquema: «¿A quién se le puede ocurrir que…?»


¿A quién se le puede ocurrir
que cabe un balón
dentro de una hormiga?

¿A quién se le puede ocurrir
que existe una aguja
en un dedal?

¿A quién se le puede ocurrir
que lo imposible
pueda pasar?

A ti y a mí
se nos puede ocurrir.

martes, 8 de abril de 2008

LOS EXPLORADORES DE LA ISLA ENCANTADA

Relato colectivo del alumnado de 4º B

Somos exploradores de la isla encantada, hasta ahora desconocida…

Lo primero que vimos al desembarcar en la isla encantada fue su arena, con muchas piedras de colorines, y palmeras rojas con hojas azules y cocos amarillos.

Había una palmera que hablaba, otra que saltaba a la comba y otra que bailaba. La que hablaba nos contó un chiste de Jaimito, que a la mayoría le hizo gracia y a Yeissel no.

Seguimos caminando y vimos a un animal: una araña gigante de todos colores (tenía una parte rosa, otra negra, otra roja, y así) y cuatro ojos, que estaba comiendo insectos. Pasamos a su lado rápidamente.

Nos encontramos entonces con un elefante pequeñísimo: tanto, que para verlo tuvimos que sacar de nuestras mochilas un microscopio.

En esta isla no llueve agua, como en todas partes, sino peces: una lluvia de peces de muchas formas —redondos, cuadrados, con forma de corazón—. Algunos de los peces son transparentes y se puede ver a través de la piel lo que tienen dentro del cuerpo. Algunos peces huelen a madera y otros a champú.

Continuamos nuestro camino y nos topamos con un volcán, que en vez de lava echa espaguetis y tomate. Al pasar por ahí nos manchamos de tomate, y nos dimos cuenta de que teníamos hambre. Entonces, recogimos los espaguetis con la salsa en una cacerola, le agregamos chorizo que sacamos de nuestras mochilas y comimos.

De pronto descubrimos un cofre cerrado con un tesoro. Nos dimos cuenta de que la llave del cofre estaría en lo alto de una palmera, y algunos propusieron anudar los espaguetis para trepar por el tronco y cogerla. Luego vimos que, al lado del tesoro, había una escalera hecha de caramelos medio enterrada, y pensamos en usarla para conseguir la llave.

Pero finalmente oímos una voz: era un gato que, sentado, estudiaba un libro de 4º curso del colegio Príncipe de Asturias, y que nos dijo:

—Yo os entrego la llave si vosotros me sacáis de esta isla y me lleváis con vosotros a La Calzada.

Nos contó también que él no quería quedarse con el tesoro porque no le interesaba: prefería estudiar; además, como en la isla todo era gratis, no le hacía falta.

Aceptamos, el gato nos dio la llave y abrimos el cofre. Dentro había muchas cosas:

  • oro, chocolate, chucherías y dinero
  • una lámpara con un genio que concedía cualquier deseo
  • el billete ganador de la lotería
  • una canica con un poder especial: toca a la gente y la hace feliz
  • un maquillaje que cambia de color según el humor de quien se lo ponga
  • un diccionario para aprender el idioma de los dinosaurios, y también un dinosaurio
  • un papel que hace realidad lo que pienses
  • unas gafas para ver vidas que no existen y cosas imposibles
  • una escoba voladora
  • y una máquina para saber lo que piensan los demás

Cerramos el cofre y al seguir caminando nos topamos con una planta carnívora, alta como un rascacielos y con catorce cabezas. Nos asustamos mucho, pero tuvimos suerte: a la planta sólo le gustaba la carne empanada…

De todos modos, nos escapamos corriendo al barco y, por supuesto, nos llevamos al gato estudioso con nosotros.

LA HISTORIA DEL HURÓN

Relato colectivo delalumnado de 4ºB a partir de binomio fantástico: hurón – bolígrafo.

Érase una vez el país de Huronlandia, cuya capital era Hurónpolis, muy cerca de Nueva Hurón. Allí vivía un hurón que encontró un bolígrafo y con él escribió una canción.

El hurón iba por todos lados recitando su canción mientras bailaba flamenco. A la gente le gustó tanto la canción que la nombraron Himno Nacional de Huronlandia.

Y su letra decía así:

¡Viva Huronlandia
y su producto mejor:
el chocolate y el bombón!
Somos muy listos y juguetones
y nos ponemos un mandilón
para comer tortilla de chorizo
con jamón.
Vivimos en Hurónpolis,
al este de Gijón
y al sur de Nueva Hurón.
Y compramos en las rebajas
debajo del Hipercor.

UN HOMBRE QUE NO TENÍA NADA

Por Mireya

Una noche estrellada
un hombre que no tenía nada
me suplicó a la ventana:
— Ana, Ana, ayuda a los que no tienen nada,
nada, de nada.

EL HOSPITAL, EL OJO Y EL SOFÁ

Relato realizado por Eduardo.

Un sofá tenía un ojo. Entonces el ojo se escapó porque tenía que llevar todo el sofá. Se fue a dar un paseo, pero de repente tuvieron que llamar a la ambulancia, pequeñita como una hormiga. Lo llevaron al hospital de OJOS y le iban a operar, pero como era un ojo no pudieron. Entonces, a los dos días volvió al hospital. Se confundieron y explotaron el ojo y el sofá.

Al día siguiente la familia los iba a enterrar, pero el sofá y el ojo sólo se habían hecho una siestecita.

EL OJO Y EL SOFÁ

Relato hecho por Cristina a partir de binomio fantástico ojo – sofá.

«Érase una vez un sofá de cuadros y un ojo de color verde. El sofá estaba justamente delante de la televisión. Al sofá le gustaba ver el canal de dibujos, pero el ojo prefería los culebrones.
Empezaron a discutir sobre el canal que querían ver hasta que se dieron cuenta de que no tenían manos para coger el mando. Entonces vino la niña de la casa y puso una película y los dos se jorobaron y nunca más discutieron.»

CANCIÓN PARA ENSEÑAR A HABLAR A UN CORDERITO

Poema colectivo del alumnado de 4º A:

Para que un cordero aprenda a hablar
debe comeeer mermelada,
debe bebeeerse un veeelero
y debe comer veeentanas
con veletas y con béicon.

Debe vestirse la meeente
con merluzas de la meeesa,
un melón americano,
con la Metro Goldwyn Méeeyer,
con vestigios de begonias
y con un hipermercado;
meeerendar veinte vestidos
y decirte: «¡Veeeeete!» al médico.

EL CORDERILLO VALIENTE

Lidia Bobis también quiere aportar su granito contándonos su historia:

Había una vez un corderillo al que llamaban «el Corderillo Valiente» porque, a pesar de ser pequeño quería ser superhéroe. Él siempre llevaba capa y chándal.

Un día intentó volar y al final acabó mal, porque cayó en un pozo lleno de agua y él no sabía nadar; se quedó como un tonto delante de todo el mundo. Tardó mucho tiempo en salir de casa porque le daba vergüenza después de haber hecho el ridículo.

El día que salió de casa después de haber bebido muchas bebidas energéticas, hubo un incendio y él salvó a una cabra loca del incendio.

Esta historia no acaba como las demás: «el Corderillo Valiente» se casó con una llama ardiente.

EL CORDERO

Marcos, que ya nos contó en prosa lo que él escuchó, ahora lo hace con un poema:

El cordero rapero
tenía un jilguero motero.
Jugaban y cantaban
y nunca se cansaban
y bebían sidra
y se animaban.
Con los aromas del campo
se embriagaban.
El próximo día la vida seguía.
El pajarero que me vendió
el jilguero me dio su bebedero.
Al final la historia termina mal.

EL CORDERO MILLONETIS

Patricia lo cuenta a su manera:

El cordero Millonetis se llamaba así porque tenía mucho dinero y una mansión de lujo.

Él no quería tanto dinero, entonces intentó hacer algo.


Tenía el pelo afro y eso le avergonzaba. Un día vio un anuncio en el periódico de sombreros que estaban a 15 € y entonces se le ocurrió una idea: fue a comprarse un sombrero grandísimo y entonces ya no se notaba el pelo afro y también donó dinero a los pobres y entonces ya no tuvo tanto dinero.

CODY, EL MÍSTER CORDERO

Y Borja agrega:

«Un día, Cody salió a la calle. Estaba muy atareado: caerse de culo, saltar a la cola (algo imposible, porque la cola de los corderos es muy corta) y, por último, que le seleccionaran para el casting de Míster.

De repente, Cody tropezó y se cayó de culo, pero aunque completara una tarea, se había caído en las cloacas. Cody siempre llevaba un montón de vino encima, que usaba en caso de emergencia, como en ese.


Bebió un vaso de vino, y otro y otro y otro, pero se hartó de beber del vaso y bebió de un tirón la botella entera; por supuesto, de la botella.


Intentó saltar a la cola, pero se cayó al agua. Salió de las cloacas hecho un horror: se le puso el pelo afro, la ropa se parecía a la de Elvis…


Los del jurado del casting, que pasaban por allí, vieron al cordero y le dijeron:


— ¡Eres el nuevo Míster Cordero!


—Pe… Pe… Pero, Cabra Loca, Poli Cerdo, Ani Gallina, ¿de verdad me otorgáis esta corona?

—Sí, de verdad.

A Cody le dieron una limusina y mucho dinero.

Sin darse cuenta, atropelló a Any gallina y le pagó el hospital.»

EL CORDERO CANTANTE

Lidia nos cuenta lo suyo en una poesía:

El cordero cantante
era un cordero caminante.
Siempre salía de paseo
aunque hubiera jaleo.
Un día tuvo frío
y le entró el hipo.

lunes, 7 de abril de 2008

EL CORDERO ROLL


Mireya, por su lado, nos habla sobre el cordero Roll:

«Un cordero llamado Roll que era muy presumido, guapo y muy rico, tenía todo lo que quería y más. Tenía tanto que no sabía dónde meterlo.

Un día que había bebido condujo borracho y atropelló a dos corderos y una cabra. Por el atropello, al ser rico, les pagó el hospital y el coche, y quitó dinero de encima.

Con el accidente Roll perdió algo de vista y tuvo que ponerse gafas, por lo que ya no estaba tan guapo y no le admiraban tanto.

Unos días después Roll encontró a una cordera muy guapa llamada Trisha, por lo que fueron novios durante un tiempo.

Con el tiempo Roll recuperó la vista y la admiración. Al final se casó con Trisha y vivieron muy felices.»

EL CORDERO MANOLO

Coral Acedo Pérez nos cuenta otras cosas:

«Érase una vez un cordero llamado Manolo «el roquero», que iba de duro por la vida.

Tenía el pelo a lo afro y su punto débil, su cola. Él tenía mucha vergüenza porque la tenía de color rosa y él era un roquero. Se andaba preguntando:

— ¿Cómo puede ser que un roquero como yo tenga la cola rosa? Si alguien se enterase, ¡mi carrera se vendría a pique! ¡Sería el fin!

A Manolo le gustaba su vecina Matilde, la del 5º piso.

Cada vez que la veía se hacía el chulito, porque él pensaba que le gustaban los chulitos. Pero era todo lo contrario: a Matilde le repateaban los engreídos y los chulitos y solía esquivarle.

Un día, estando en un concierto de rock dando saltos y meneándose demasiado, sus pantalones de cuero negro como eran tan ajustados se le rompieron y se le salió la colita rosa.

Todo el mundo se la vio y él estaba tan avergonzado que quería que la tierra se lo tragase, porque para colmo estaba Matilde, su linda vecina del 5º piso. Él estaba tan avergonzado que no salía de casa y tenía terribles pesadillas; pero un día no le quedaba comida y tubo que llenarse de valor y salir, si no quería morir de hambre.

Al salir del portal se encontró con Matilde; él se quería morir, pero cuál no fue su sorpresa, que Matilde se acercó a hablarle, ella que siempre lo había evitado. Ella lo invitó a tomar un café al verlo tan triste. Ella le hizo ver que no era tan grave lo de su cola, porque la de Matilde también lo era y no importaba de qué color tuviera la cola; lo importante es lo que tengas en tu corazón.

Manolo se fue muy contento y muy orgulloso a su casa porque se había hecho amigo de la cordera más guapa del edificio, Matilde la del 5º.

Y todo gracias a su colita rosa.»

EL CORDERO

Marcos García Fernández nos lo cuenta así:

«El cordero era guapo y además elegante.

Vestía con gafas de sol, gorro, esmoquin y, por eso, fue elegido Míster Cordero del Año.

Era rico gracias al concurso y lo mejor ¡la corona!

Un día cayó apenado porque el pelo se le puso a lo afro; entonces se emborrachó, cogió la limusina y atropelló a la cabra loca y entonces el policía cerdo le quitó seis puntos del carnet y lo mandaron a la prisión psiquiátrica.

Un día, cogió el coche y se fugó, pero el escuadrón de B.F.I [sic] lo volvió a atrapar. Un día lo sacaron y se cayó en un charco y se le quitó el pelo afro, pero se quedó sin el pelo.

Entonces se hizo cantante «pop»; cantaba tan mal que se rompían las ventanas. Un día conoció a una elefanta y se casó con ella. Ella cantaba muy bien; formaron la «Súper Tontería» y es fue su disco número uno.»

LAS AVENTURAS DE UN CORDERO


Érase una vez un cordero al que gustaba vestirse elegante.

Siempre iba de esmoquin, con gafas y una corona que recibió cuando lo eligieron Míster Cordero 2008. Como a raíz del concurso se hizo famoso, ganó tanto dinero que no sabía qué hacer con él.

Todos los reporteros querían entrevistarlo, y empezaron a perseguirle.

Todo iba bien hasta que un día el pobre cordero se despertó con el pelo todo rizado y parado de punta, estilo afro.

El cordero se dio cuenta de que con el pelo a lo afro no le entraba la corona, y se apenó mucho. Tanto, que comenzó a beber y beber alcohol.

Un día, mientras conducía borracho, atropelló a una cabra. La policía lo detuvo y le sacó seis puntos del carnet. Como con el choque el coche se le estropeó, tuvo que volver andando a su casa.

Por el camino, tropezó en un charco y se mojó entero. Con el agua, el pelo se le alisó de vuelta, y, muy contento, pudo volver a ponerse su corona de Míster.

Con todo el dinero que tenía, pagó el hospital de la cabra, que así se pudo curar las heridas.


Ésta es sólo una versión de la historia del cordero —la que contó el alumnado de 4º A—, aunque hubo algunos/as niños/as que escucharon otra y nos la van a contar a continuación.

PRESENTACIÓN

"El Aprendiz de escritor" nace con la intención de poder recoger y publicar todas las experiencias literarias interesantes y propias del alumnado del C.P. Príncipe de Asturias de Gijón (Asturias, España) y sus familias para que las conozca el resto de los miembros de la Comunidad Educativa del mismo.

Todas estas experiencias han de mandarse al encargado del blog (jalvar25@acebo.pntic.mec.es) indicando, entre otras cosas, quién la manda, el nombre del hijo/a que esté en el Centro y en el asunto del correo electrónico poner "Para el aprendiz de escritor".

Esperamos que esta iniciativa sea interesante y que os animéis a enviar vuestras colaboraciones, bien en texto bien en imagen o ambas cosas a la vez.

Empezamos esta andadura con unos trabajos en equipo: 4º inventa las historietas, 2º hace las ilustraciones e Infantil las colorea.