jueves, 24 de abril de 2008

PREGUNTÓ MI HERMANO

Inés Telenti de 5ºB hizo esta poesía para el día de la paz.


Mi hermano preguntó:
- ¿Cómo se hace la paz?
Esto me asustó.
Me puse a pensar
y esto le comencé a contar:

No insultes,
no te insultarán;
No pegues,
no te pegarán;
Si ayudas,
te ayudarán.

Pienso que todos
somos iguales
aunque tengamos
distinto color.

- No sigas contando;
¡ya me he enterado!.
La paz la podremos tener
si todos nos llevamos bien.

miércoles, 16 de abril de 2008

RECETA PARA CONSEGUIR LA PAZ

Escrita por el chef Alba Miguel 5º B

Un puñado de buenas intenciones (para solucionar los conflictos),

Una ración de educación (para explicar por qué es mala la guerra),

Una taza de respeto (para entender a los demás)

Y, por último, una pizca de menos hablar y más actuar (para terminar para siempre con las guerras).

Si no se encontrara alguno de los anteriores ingredientes, sustitúyase por amor y cariño.

miércoles, 9 de abril de 2008

COSAS DE NATURALEZA

Relato de Celia Puerta:

Había una vez un gusano llamado Gus que soñaba con poder volar como un pájaro. Su mamá le decía:

— Ten paciencia y pronto volarás como yo y papá.

Pero Gus no tenía paciencia.

Un día Gus se subió a un árbol y se colgó de una rama, porque estaba aburrido, y de repente, de un segundo a otro, empezó a meterse en una bolsa sin que él lo quisiera. Empezó a gritar:

— ¡Mamá, mamá, socorroooooo!

Pero nadie le escuchó.

Su familia le buscó día y noche, pero ni rastro de Gus. Unos días más tarde, Gus salió de la bolsa y vio cómo en todos los jardines de la ciudad tenían su foto en carteles en donde también ponía «SE BUSCA».

Se asustó y decidió salir, pero su sorpresa fue cuando vio… ¡que tenía alas!

Bajó caminando del árbol, no se le fueran a estropear.

Cuando llegó a casa dijo:

— ¡Mamá, mamá, tengo alas!

Y su madre orgullosa le miró y dijo:

— Creía que habías desaparecido.

Tardó muchos días hasta que aprendió a volar.

Se había convertido en mariposa y, lo más importante, había cumplido su sueño.

EL BARCO PIRATA

Por Andrea Pérez González

Hace muchos años había un niño llamado Jhon, que, cuando leía un libro en la biblioteca, se adentraba en el cuento.

Un día fue a la biblioteca y, como era habitual, leyó un libro. El libro se titulaba «El barco pirata». Él entró en el cuento siendo un niño llamado Wolfi, al que le gustaba navegar con piratas, en busca de islas nuevas y tesoros.

Se enteró de que había un barco pirata que iba en busca de un tesoro. Él fue al barco y les dijo si podría entrar como cocinero y timonel.

Los piratas le dijeron que podía ser las dos cosas: cuando necesitasen timonel, sería timonel, y cuando el cocinero necesitase ayuda, él le ayudaría.

— ¿Y yo podré desenterrar el tesoro? —preguntó Wolfi.

— Sí, claro —le contestaron los piratas.

Wolfi entró en el barco con alegría.

Pasaron días, y días, y días, hasta que los vigías dijeron: «¡Tierra a la vista!»

Cuando vieron la isla cogieron el mapa y se pusieron manos a la obra. Pero cuando estaban ya a punto de salir, se encontraron con unos piratas con el cañón del barco preparado.

El pequeño Wolfi empezaba a tender miedo, y le dio un abrazo al capitán del barco. El capitán le dijo que no se preocupara, que si no quería luchar, no lucharía. Pero él le dijo al capitán que iba a luchar, porque no les iba a fallar.

Al principio lucharon capitán contra capitán.

Wolfi y todos estaban muy atentos del capitán, para poder ir a la ayuda si lo necesitara. La lucha estaba muy reñida; los dos eran luchadores de primera.

Llegó un momento en que los dos capitanes estaban casi sin fuerzas.

Entonces Wolfi se dio cuenta de que el capitán ya no podía luchar y entró por él.

Wolfi dio una voltereta en el aire y acabó con la vida del capitán contrario, y así fue haciendo uno por uno. Al acabar le saltaban las lágrimas de satisfacción por ayudar al capitán, que tan bien se había portado con él.

Luego fue todo muy sencillo: desenterraron el tesoro que tanto les había costado conseguir.

Y justo en ese momento sonó la alarma del cierre de la biblioteca y Jhon volvió a ser el de siempre.

EL CASTOR IVÁN

Relato de Adrián Martínez Martínez.

Érase una vez un castor llamado Iván. Un día Iván se fue a trabajar en un colegio afilando lápices; se puso a afilar un lápiz y no se dio cuenta de que se le movía un diente. Lo mordió y el diente se le cayó al suelo.

Iván, muy triste, se fue corriendo a su casa y pensó: «Si no trabajo, no tendré dinero y, si no tengo dinero, no podré pagar la casa y, si no tengo casa, ¿qué será de mí?»

Al día siguiente se fue al parque y dijo:

— ¿Qué haré? Si me creciese el diente podría seguir trabajando.

Se fue del parque al doctor y le preguntó:

— ¿Me puede decir cuántos días le quedan a mi diente para crecer?

— Mucho, ya que al caerte se te ha ido algo de raíz. Lo siento.

— No pasa nada —dijo el castor desilusionado.

Al volver al parque por la noche se encontró con un señor que le preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

— Iván.

— Te veo algo desilusionado.

— Sí.

— ¿Por qué?

— Me he quedado sin trabajo porque se me ha caído el diente.

— ¿Por qué no pruebas con otro trabajo temporal?

— Buena idea.

Al cabo de una semana le volvió a crecer el diente.

Y colorín colorado este cuento se ha terminado.

LA BRUJA MARUJA

Por Carla Roza Machado.

Érase una vez una bruja llamada Maruja, que vivía en un pueblo llamado Villalegre. El pueblo se llamaba así por la alegría de los niños que habitaban en él.

El único problema era que la bruja Maruja no era bien recibida, porque la gente del pueblo te tenía miedo a las brujas.

Un buen día, un virus hizo que los niños del pueblo se quedaran mudos, y nadie, ni el médico, ni el alcalde, ni el mago, ni siquiera las tres hadas (Katia, Sheila y Carla) pudieron hacer nada por ellos.

El hada carla pensó en la bruja Maruja. Pero tenía que convencer a la gente de que la bruja era buena. Tan desesperados estaban que aceptaron la proposición del hada.

Corrieron a la casa de la bruja y le pidieron ayuda. Ésta era tan buena que enseguida se puso a hacer una poción. Con ella curó a todos los niños, y la gente del pueblo se dio cuenta del error que habían cometido con la maravillosa bruja.

A partir de ese día, Maruja la bruja fue la más querida del pueblo.

EL NIÑO PERDIDO

Por Lorena Trabadelo Rodríguez.

Había una vez un niño llamado Juan, que desde pequeño vivía en un circo llamado «Circo de los Sueños». Un día se fue a dormir y cuando se despertó ya el circo no estaba.

— ¡Oh, no! ¿Dónde se habría metido?

Y luego se fue al pueblo y ahí encuentra un niña, que le preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

— Yo me llamo Juan. Venía de un circo que se llamaba el Circo de los Sueños. ¿Y tú como te llamas?

— Sandra. ¿Y dónde está?

— No sé.

— Te ayudaré a buscarlo.

— Vale.

Y fueron por todo el pueblo pero no lo encontraron.

Al cabo de un tiempo, le encontró una familia. Era el zapatero. El zapatero era el padre de Sandra. Y Sandra tenía un hermano de la misma edad de Juan, 9 años.

Mientras hacían los zapatos cantaban canciones.